viernes, 6 de junio de 2008

El misticismo de los químicos



Albert Hofmann ha sido una de las figuras más importantes -desde mi humilde punto de vista- de este siglo. Su gran descubrimiento, al que él mismo llamó "mi hijo problemático" abrió una puerta de infinitas posibilidades en el mundo moderno occidental, que me gustaría pensar que aún no se ha cerrado.

Este reputado químico, descubridor de diversos fármacos que hoy se utilizan para el ejercicio de la medicina, y padre involuntario e indiscutible del movimiento hippie y de la revolución psiquedélica, destaca ante todo en su dimensión humana. Es extraño que un científico occidental reconozca la existencia de lo sobrenatural, de lo que está más allá de la materia. Precisamente un experto científico posee más información que la mayoría de los mortales para emitir un juicio acerca de la espiritualidad. La ciencia no puede explicarlo todo por mucho que queramos convertirla en el nuevo dogma, y es en esos resquicios desde donde se puede entrever el alma:

[...] fíjate en las experiencias visuales ¿qué son? ¿cómo podemos ver algo? Para ello debe haber algo fuera, un objeto. Pero entonces sólo podemos verlo si hay luz. La luz es energía, ondas electromagnéticas que penetran en nuestro ojo. Luego, estas ondas producen una imagen nerviosa en el ojo y desde ahí el nervio óptico las envía a los centros del cerebro. Toda esta geografía del cerebro la conocemos perfectamente. Pero entonces pasa algo: a partir de este suceso energético, es decir material, se produce la visión, y la visión es algo espiritual, no es material. De esto no se puede explicar nada más. Ver es ver y no es material. No podríamos ver sin la materia, sin la energía, pero esta energía no produciría ninguna imagen sin el mundo espiritual. Ver es algo absolutamente espiritual. Las ciencias naturales no pueden dar ninguna explicación a ello. Siempre tenemos un impulso exterior, quizás químico si comemos algo, y esta química en mi interior produce un impulso que llega hasta el cerebro, y mi mente dice: "dulce, dulce...". Así, toda esta conexión entre el mundo material y el espiritual sucede en nuestro cerebro, en los centros del cerebro. Hasta ahí podemos reseguir las ondas energéticas que vienen del exterior... pero ahí empieza el mundo espiritual porque, por ejemplo, el sonido no existe en el exterior, allí sólo existen vibraciones de aire, el sonido tal y como lo percibimos es espiritual, lo mismo con los sabores y las imágenes.

Esta visión tan mística de la realidad no es más que una aceptación de las limitaciones de la ciencia para explicar la realidad. Lo subjetivo queda fuera del análisis científico, la mente aún tiene barreras para nosotros; y es precisamente en este espacio reducido donde se oroduce el suceso más esencial del universo: la consciencia. Se trata de un fenómeno extraño y difícil de estudiar, ya que nos resulta imposible disociarlo de nosotros, aislarlo, separarlo. La consciencia es la clave, ahí se esconde toda la magia, y es muy dificil arriesgarse a decir que la consciencia es exclusiva del hombre; sólamente una inteligencia con capacidad de organizar la materia puede llevar a cabo el milagro de la vida:

Ambos, el mundo material y el espiritual, provienen del mismo origen. La materia es básicamente caos, entonces llega una fuerza espiritual que, por así decir, produce una química muy inteligente y organiza los elementos materiales para formar todos los organismos vivos. En el mismo principio hay una chispa de vida que no podemos explicar, que se sitúa en la semilla, en la célula fertilizada. Es como una célula de la Consciencia Universal. Existe algo misterioso: la consciencia. Es ella la que construye un ser vivo a partir de materia muerta. Es la fuerza de la vida, la misma que crea una planta, una flor o un ser humano... todo. Cuando morimos este elemento de consciencia desaparece. Ya no podemos ver, ni oír... todas estas funciones que están dirigidas por la fuerza vital ya no se dan. Nuestro cuerpo vuelve a la forma desde la que se originó —agua, carbono...—, vuelve a la Consciencia Universal. Deja de ser una parte individualizada de esta Consciencia Universal y se convierte en parte del mundo material universal, los elementos. Es evidente para las ciencias naturales que aunque no podamos explicar por qué pasan estas cosas, si no hay energía, si no está presente esta fuerza creadora que origina las plantas y los seres superiores, todo vuelve a los elementos base, al caos. A esta fuerza creadora podemos llamarla Dios o Espíritu creador, o como se quiera, se trata de una fuerza mística que utiliza el mundo material para manifestar su espiritualidad. Me atrevería a decir que el mundo material es la representación, como la imagen, del mundo espiritual.

Que nadie confunda esto con una interpretación deísta del mundo; no estamos intentando demostrar la existencia de ningún dios, simplemente no podemos afirmar que la consciencia es algo exclusivo del ser humano, ya que no tenemos ninguna prueba de ello; que nosotros seamos conscientes no significa que seamos los únicos; quizá debemos adoptar una postura más humilde y dejar de dar por ciertas cosas que jamás hemos probado.

Fuente: Las citas han sido extraidas de la entrevista hecha por Josep Mª Fericgla a Albert Hofmann

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