miércoles, 13 de mayo de 2009

El consumo crónico

Una de los más modernos neologismos en materia farmacológica es el concepto de adicción. Este término de uso común hoy en día como sinónimo de dependencia -física o psíquica- a un fármaco no siempre ha tenido esta acepción, ya que esta idea es fruto del pensamiento del nefasto siglo XX.

Los antiguos tenían distinta opinión acerca del consumo habitual de ciertas sustancias; por ejemplo, los romanos eran muy aficionados al opio como panacea, si bien no empezaban a consumirlo hasta la edad madura, en cambio lo hacían -si podían permitírselo- con la misma asiduidad con la que se tomaban otras obligaciones saludables, como el ejercicio o la buena comida. Esto se debe a que es cierto que un consumo regular y moderado de opio es un hábito saludable: previene infecciones y mantiene el metabolismo lento, lo que permite mantener una buena salud y alargar la vida.

Estos opiófagos no eran personas ignorantes, conocían de sobra el hecho de que su organismo se habituaba progresivamente al principio activo de modo que no les era posible, debido a los efectos adversos, dejar de administrárselo bruscamente. Sin embargo ningún texto antiguo habla de adicción, sino simplemente de un lógico acostumbramiento por parte del organismo a la sustancia, una especie de adaptación del metabolismo del usuario que evidentemente no puede interrumpir sin sufrir una reacción adversa. Eran conscientes de que si tenían que interrumpir el tratamiento (algo bastante raro, por otra parte) debían hacerlo paulatinamente para evitar la reacción adversa.

Con los fármacos que no producen fenómenos físicos al interrumpir su administración (algo exclusivo de las drogas de paz) el concepto de adicción empieza a desdibujarse: se habla de adicción psicológica, pero este concepto no tiene ninguna correspondencia médica en el sentido estricto: esta forma de adicción expresa un deseo por parte del usuario a seguir consumiendo el fármaco, igual que puede sentirse hacia los deportes de aventura, la comida abundante y las redes sociales. Por supuesto cualquier ser humano puede magnificarcualquier deseo hasta el punto de hacerse daño a sí mismo, como sería el caso de la obesidad mórbida o la ludopatía, donde el daño es producido por el mal uso de objetos o acciones que por otra parte no son dañinas por si mismas, como la comida o los naipes.

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